(Qué tan lejos, Tania Hermida, Ecuador, 2006)
Con un road-movie, dos personajes femeninos y una historia simple, Tania Hermida trata de radiografiar su sociedad, la Ecuatoriana, entre la inestabilidad política, la pobreza y la migración. La mirada de Hermida trata de cifrar una sola cosa; la identidad.
Esperanza y Tristeza, española y trabaja en turismo la primera, estudiante enamorada de un peli largui y cuencana la segunda, no se llama Tristeza sino Pereza, en realidad nunca sabremos cual es su nombre, como nunca veremos al Chimborazo porque se esconde de los extranjeros, ni a los que bloquean al igual que los primos y hermanos de que están en España, “porque el sentido esta fuera del texto”.
Con esta cita de Octavio Paz releída por Tristeza, la directora y guionista Hermida plantea (su) pregunta; como representar lo eternamente invisible?, por qué superficies hacer andar lo invisible?
En un movimiento ético, algo predecible, lo deja en el fuera de campo, el lugar-habitar de lo invisible, y construye un Ecuador vaciado; virtuosismo de guionización, para y sólo desde ahí ponernos en situación: dos mujeres que se dirigen a un lugar y un país que se ha convertido en un paisaje.
La búsqueda de la identidad que se presentaba en la mirada exploratoria de Tristeza ante un espejo y el mismo ejercicio lo vemos con Esperanza, se diluye en beneficio de una historia graciosa y amena, que no soslaya a “la critica social” y a “la autocritica” colectiva y colectivista, tan apetecida por ciertos jurados de ciertos festivales, y por supuesto que por cierta critica.
Los climas, las tonalidades, las risas, la pena, las promesas y los grados de aproximación que van desarrollando los personajes de Hermida mitigan un final tortuoso, que nunca llegara, edulcorando una situación que en la “maldita realidad política” es traumática; la crisis de identidad.
“Ya no se donde estoy” Tristeza/Pereza (Cecilia Vallejo)
Esperanza y Tristeza, española y trabaja en turismo la primera, estudiante enamorada de un peli largui y cuencana la segunda, no se llama Tristeza sino Pereza, en realidad nunca sabremos cual es su nombre, como nunca veremos al Chimborazo porque se esconde de los extranjeros, ni a los que bloquean al igual que los primos y hermanos de que están en España, “porque el sentido esta fuera del texto”.
Con esta cita de Octavio Paz releída por Tristeza, la directora y guionista Hermida plantea (su) pregunta; como representar lo eternamente invisible?, por qué superficies hacer andar lo invisible?
En un movimiento ético, algo predecible, lo deja en el fuera de campo, el lugar-habitar de lo invisible, y construye un Ecuador vaciado; virtuosismo de guionización, para y sólo desde ahí ponernos en situación: dos mujeres que se dirigen a un lugar y un país que se ha convertido en un paisaje.
La búsqueda de la identidad que se presentaba en la mirada exploratoria de Tristeza ante un espejo y el mismo ejercicio lo vemos con Esperanza, se diluye en beneficio de una historia graciosa y amena, que no soslaya a “la critica social” y a “la autocritica” colectiva y colectivista, tan apetecida por ciertos jurados de ciertos festivales, y por supuesto que por cierta critica.
Los climas, las tonalidades, las risas, la pena, las promesas y los grados de aproximación que van desarrollando los personajes de Hermida mitigan un final tortuoso, que nunca llegara, edulcorando una situación que en la “maldita realidad política” es traumática; la crisis de identidad.
“Ya no se donde estoy” Tristeza/Pereza (Cecilia Vallejo)
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