("The Happening" En el fin de los tiempos - N. Shyamalan - 2008)
“Fe que no duda es fe muerta”
M. de Unamuno
Con un argumento simple, sujeto al genero, sin giros de guión ni estructuras cruzadas, como se caracterizaron sus anteriores obras (El protegido, Señales, La Comunidad, La joven del agua) Shyamalan nos ofrece a una familia que trata de sobrevivir ante una amenaza externa, en este caso algo que detiene al tiempo tras una fuerte ráfaga de viento y anula el instinto de sobrevivencia.
Homenajeando a ese subproducto cinematográfico de la paranoia de la guerra fría ( Serie-B) Shyamalan coquetea con el gore y confirma el rotulo que le otorgo cierta critica gringa, la de heredero del malabarista y sorprendente Hitchcock, pero a diferencia de éste, es la fe la que se sacrifica.
El fin de los tiempos (The Happening) quizás venga del cielo, por la falta de fe, mezclada con las toxinas y la ira de las plantas, o en forma de virus, o mejor aún como ataque terrorista, el apocalipsis de Shyamalan será cuando no nos comuniquemos con fluidez, primer síntoma, seguido de la desorientación para concluir con una muerte tranquilizadora, el suicidio.
Ante la muerte y las adivinanzas las matemáticas, juegos probabilísticos, el mejor alivio para la atrocidad ya que una muerte es una tragedia, cien una estadística. La muerte en las plazas, sobre los árboles, cayendo del cielo, golpeando las puertas, estrellándose en las ventanas, la muerte ya no es una promesa sino una imagen que vemos en un celular en tiempo real.
La fatalidad que envuelve y se precipita sobre la especie humana es silente y atmosférica, invisible, intima como el espacio oculto entre plano y plano, donde todo se suspende, Shyamalan reconfigura ese escenario a partir del sacrificio de la fe, que va siendo absorbida por esa ambigua e inescrutable fuerza que ofrece el fuera de campo, porque no sabemos quien causa la muerte.
Los de afuera o los de adentro, los que vienen o se van, cual el enemigo, la familia que se protege tapiadas las puertas y ventanas matando al que se acerca, o el científico que se aleja de la contaminación de la ciudad, o la mujer que no consume información porque nada bueno viene del mundo exterior; lo visible o lo invisible, un ataque terrorista, un gobierno que calla, un virus, una maldición o algo que no podemos entender. En el fin de los tiempos no sabremos quien es el enemigo porque no estaremos comunicados, sólo podremos escuchar el susurro del viento invitando al suicidio.
Entre el miedo y la paranoia, la naturaleza idílica y una fe siempre en duda, este film configura una de las más dolorosas analogías visuales con el 11-S que ha recreado el cine.
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