domingo, 27 de febrero de 2011

Ni Facebook, ni Twitter: son los fusiles

el pais

MOISÉS NAÍM

La de Túnez fue la Revolución de Wikileaks y la de Egipto fue la Revolución Facebook. Gracias a Wikileaks, los tunecinos conocieron el cable donde el embajador estadounidense revelaba la extraordinaria corrupción del dictador y su familia. En Egipto, fueron los jóvenes hartos de Hosni Mubarak y su régimen quienes se encontraron y organizaron a través de Internet. Facebook y Twitter hicieron posible que, por fin, el pueblo se lanzara a las calles. El resto es historia.
Pues no. Esta no fue ni es la historia. Esta incompleta visión de lo que allí sucedió no ayuda a entender la marea árabe y su posible evolución de aquí en adelante.

No hay duda de que las redes sociales, en especial Facebook y los mensajes a través de Twitter, o las filtraciones de Wikileaks, tienen algo que ver con los alzamientos populares en el mundo árabe. Algo. Pero explicar lo que sucedió en Túnez, Egipto o Libia primordialmente en términos del impacto que allí han tenido las nuevas tecnologías de información es una exageración.
Esta perspectiva no nos explica, por ejemplo, por qué Libia, un país con una bajísima penetración de Internet (cerca de 350.000 usuarios en una población de más de seis millones) o en Yemen, con índices aún más bajos, han sido de los países más sacudidos por las revueltas populares. Una de las sorpresas de las protestas callejeras en Egipto ha sido su diversidad social, religiosa, generacional y regional. Y aunque en Egipto hay proporcionalmente más usuarios de Internet que en el resto de la región, cabe suponer que un porcentaje importante de quienes participaron en las revueltas no tiene una cuenta en Facebook ni tuitea; muy probablemente ni siquiera usa regularmente Internet.

Claro que, una vez que surge un grupo de líderes coordinados por Internet y que logra movilizar a un número mayor de seguidores, muchos otros que comparten sus exigencias y deseos de cambio se les unen, habiéndose enterado a través de canales distintos a Internet. Aquí, la frase más importante es "que comparten sus exigencias y deseos de cambio". Es esta frustración generalizada, producto de décadas de malas políticas económicas, combinadas con vasta corrupción, creciente desigualdad y una amplia desesperanza, lo que crea la motivación para tomar las plazas. Y ver por televisión que en otros países esto da resultados y que el pueblo en la calle logra derrocar a un dictador que hasta hace poco era intocable también es una potente fuerza movilizadora. Y en esto los canales de noticias en árabe que llegan vía satélite han sido una fuerza mucho más poderosa que Internet.

Pero, quizás, lo más relevante es que la fascinación con el papel de las nuevas tecnologías en los cambios políticos en el mundo árabe ha opacado la importancia que en todo esto ha tenido una vieja tecnología: los fusiles. El papel de las Fuerzas Armadas en lo que sucedió en Túnez o Egipto ha sido tanto o más determinante que Facebook. En estos países, los militares les quitaron el apoyo a los dictadores, y a estos no les quedo más opción que irse. Si bien inicialmente fueron los grupos en Facebook quienes convocaron a los egipcios a la plaza de Tahrir, fue el Ejército el que hizo posible que la plaza se transformara en el lugar donde las familias podían ir sin miedo a manifestar su repudio al régimen. Afortunadamente, los militares egipcios no tuvieron la propensión genocida de algunos de sus colegas libios. En Libia, las Fuerzas Armadas se han fragmentado y algunas unidades y los mercenarios de Gadafi han estado dispuestos a liquidar a sus opositores. Otros uniformados están luchando al lado del pueblo. Si los militares no se hubiesen dividido y todos hubiesen acatado las órdenes de Gadafi de "matar como ratas" a quienes protestan en las calles, el futuro del régimen libio no estaría en duda.

Como ya he escrito en otras columnas, al final los que definen cuándo y cómo muere una dictadura son los militares. ¿Y qué tiene que ver Internet con todo esto? Mucho menos de lo que estamos leyendo y oyendo en las noticias de estos días.

Reconocer esta realidad ayuda a vislumbrar mejor el futuro político de los países sacudidos por estas revueltas populares. En Egipto, por ejemplo, a menos que la presión popular continúe, obligando a las Fuerzas Armadas a aceptar reformas más profundas, la revolución solo habrá servido para reemplazar una pequeña élite corrupta por otra. Los militares egipcios son un importante factor económico y obtienen enormes beneficios de las malas políticas que tienen a miles de jóvenes egipcios sin empleo y sin futuro. Y quitar los privilegios al estamento castrense seguramente exigirá mucho más que montar una página en Facebook o denunciarlos en Twitter. mnaim@elpais.es

domingo, 13 de febrero de 2011

"el documental es un genero arrogante" Peter Greenaway

entrevsita a Peter Greenaway

POR S. LLOPART (La Vanguardia)


¿Qué hace un director como usted en un festival como el DocsBarcelona?

No lo sé. El cine no me interesa demasiado. De hecho, vengo diciendo que ha muerto. Pero es que, si hablamos de documental como género, entonces a ese cine ya lo considero mi enemigo. Supongo que me han invitado para que ejerza de provocador...

¿Qué tiene contra el documental?

Peter Greenaway ha sido el invitado de honor del DocsBarcelona 2011. Curiosa elección, dado que Greenaway se ha erigido a sí mismo, desde ya hace años, como el enterrador del cine, su epitafio y su corona. Tiene en su haber Greenaway, como cineasta, títulos como El contrato del dibujante,el primero de los suyos que alcanzó una cierta notoriedad, o El vientre del arquitecto,películas, como todas las primeras de las suyas, de las que ahora reniega por obsoletas. Son de otra época. Greenaway está en otra cosa. Enterrador, pues, aunque él preferiría hablar de partero, por su insistencia en buscar alternativas creativas algo como el cine "propio del siglo pasado y que ha perdido su razón de ser en este tiempo de interactividad y nuevas tecnologías". También algunos le llaman payaso, por lo que les hace reír. Pero, en su caso, es mucho más acertado hablar de bufón. El bufón de palacio que, liberado de toda obediencia al poder, dotado de libertad absoluta y una gran inteligencia, es el único que puede decirles las verdades al rey. En este caso, en el caso de Greenaway, a los grandes productores que no producen sus experimentos: a Hollywood, y a todo aquel que quiera oírle.

Oigámosle, pues....

¿Qué hace un director como usted en un festival como el DocsBarcelona?

No lo sé. El cine no me interesa demasiado. De hecho, vengo diciendo que ha muerto. Pero es que, si hablamos de documental como género, entonces a ese cine ya lo considero mi enemigo. Supongo que me han invitado para que ejerza de provocador...

¿Qué tiene contra el documental?

¡Es mi bestia negra! Una gran mentira desde su misma denominación. Documental tiene que ver con documento, algo escrito, y el cine es imagen. Pero sobre todo me exaspera su arrogancia. Cómo definir si no la pretensión de verdad. ¡La verdad! El documental es un género arrogante ¿Acaso existe algo parecido a la verdad en el cine?

¿Pero usted ha realizado varios documentales?

Es cierto. Y por eso creo que estoy aquí, hablando ya en serio. Por Rembrandt´s J´accuse,en el que investigo sobre Rembrandt y su famoso cuadro La ronda nocturna.Pero es un documental diferente, con tesis, con una teoría detrás, sobre el pintor, sobre su circunstancia. Es más bien un ensayo, la única forma de verdad posible...

¿Cómo contar la verdad?

Yo soy mucho más feliz contando mentiras, las mentiras de la ficción. A través de las mentiras de una ficción podemos acercarnos mucho más a la naturaleza humana que contando tan sólo hechos, gestas, cosas...

Estamos en un callejón sin salida, entonces...

Estamos en un callejón con cientos de salidas.

Explíquese.

Es falsa la dicotomía entre ficción y el documental. Incluso me sorprende que todavía exista un festival como el DocsBarcelona, tan sólo dedicado al documental. Tendría que llamarse Festival y punto. El cine nunca ha existido, ni en tiempos de los Lumière, para atrapar el mundo, para grabarlo, para tomar nota. Aunque el cine de ficción, ya le digo, también está muerto...

¿Qué nos queda?

Yo lo llamo Zine: una nueva forma de contar en imágenes que acabe con la aburrida narrativa basada en el celuloide, casi precristiana, freudiana estructura libresca que no ha sido más que un prólogo de 125 años a lo que empezará ahora...

¿Y qué hacemos con tantas pantallas como tenemos?

Las pantallas nos anclan al pasado. Debemos deshacernos de ellas. Nos empobrecen, limitan nuestra imaginación. Cada vez que alguien abre un ordenador portátil se abre a muchísimas más posibilidades de las que encontrará en cualquier cine. El nuevo mundo del cine se llama interactividad y posibilidades multimedia.

¿Dónde se encuentra el nuevo cine, entonces?

Quizá en los museos. Antes preguntabas a un joven qué quería ser, y te contestaba que director de cine. Ahora haces la misma pregunta y te dicen que comisario de exposiciones

jueves, 3 de febrero de 2011

Cinco lecciones del gasolinazo boliviano y una alerta roja regional

Por Raúl Zibechi

Escritor e investigador social uruguayo

Fuente: La Jornada


A finales de diciembre se produjo un hecho sin precedente en la historia reciente de América Latina: el primer levantamiento popular contra un gobierno de izquierda, provocado por el aumento del precio de los combustibles decidido por el gobierno de Evo Morales. Es posible que sea el hecho político cualitativamente más importante generado por los de abajo desde el caracazo de febrero de 1989 contra uno de los primeros ajustes neoliberales en la región. Si esto fuera así, se abriría una nueva etapa en las luchas sociales en un periodo caracterizado por el alza generalizada de los alimentos.

La importancia histórica del caracazo es que fue la primera insurrección popular contra el modelo impuesto por el Consenso de Washington. Un paquete de medidas antipopulares fue respondido por cientos de miles en las calles, abriendo un foso infranqueable entre los de arriba y los de abajo. La insurrección de Caracas mostró que se podía derrotar el modelo si se desbordaban los cauces establecidos para la protesta social, entre ellos los sindicatos, convertidos en muros de contención de la rebeldía.

El nuevo periodo histórico fue seguido por decenas de levantamientos populares, empezando por el de Ecuador en 1990, que marcó una ruptura en las luchas sociales al instalar la agenda indígena de autogobiernos territoriales en el centro del escenario político. Desde ese año se sucedieron más de media docena de erupciones populares forzando la caída de tres presidentes. Los gobiernos de Rafael Correa y Hugo Chávez son consecuencia del nuevo protagonismo popular.

En Bolivia, tres grandes insurrecciones (2000, 2003 y 2005) jalonaron un ciclo de luchas que culminó con la elección de Evo Morales. Desde el subsuelo de las sociedades nacieron potentes movimientos que modificaron el mapa político latinoamericano.

Lo sucedido ahora es diferente. La reacción popular al aumento de la gasolina (72 por ciento) y el diesel (82 por ciento), difundida un domingo 26 de diciembre de noche, debió ser suspendida porque la creciente movilización amenazaba convertirse en estallido social. Fue en las regiones más evistas, aquellas donde el presidente cosechó más de 80 por ciento de los votos, las que se movilizaron contra la decisión del gobierno. El Altiplano aymara y las zonas cocaleras del Chapare fueron testigos de acciones colectivas que enfocaron la ira de la población contra los mismos que se habían beneficiado de un apoyo casi unánime un año atrás, cuando el presidente fue relegido con 64 por ciento de los votos.

Lo sucedido en El Alto es, tal vez, lo más importante. La ciudad aymara fue epicentro de la rebelión de 2003 y allí Evo obtuvo 81 por ciento de los votos. El 30 de diciembre la multitud atacó las sedes de las organizaciones que se pronunciaron en favor del alza de los combustibles, entre ellas la Federación de Juntas Vecinales, que protagonizó el levantamiento de 2003 contra Gonzalo Sánchez de Lozada, y la Central Obrera Regional (COR). También atacaron la alcaldía de la ciudad e incendiaron las casetas de peaje El Alto-La Paz, quemaron una bandera venezolana y retratos de Evo.

A finales de enero el instituto Ipsos difundió encuestas que muestran fuerte descenso del apoyo al gobierno. La popularidad de Evo cayó de 84 por ciento en 2007 a 36 por ciento en enero de 2011, y 56 por ciento de la población rechaza su gestión. El vicepresidente Álvaro García Linera, cuyo nivel de aprobación cayó de 46 por ciento en noviembre de 2010 a 29 por ciento, cosecha 71 por ciento de reprobaciones.

La rebelión contra el gasolinazo muestra cinco hechos significativos. El primero es que el movimiento popular no ha sido cooptado y mantiene su autonomía, pese a que hubo consistentes esfuerzos del gobierno por domesticarlo con políticas sociales que se resumen en transferencias monetarias. Lo que consiguió fue atraer a unas cuantas dirigencias, pero al precio de separarlas de sus bases, que han mostrado que no son simple masa electoral.

La segunda es que el ciclo de luchas se está relanzando contra los límites que impone el extractivismo. El intento de aumentar precios a los combustibles muestra que la nacionalización de los hidrocarburos fracasó, porque se quedó en mera negociación de contratos con las multinacionales. Pero enseña además que el salto industrial que difunde el gobierno no ha pasado de las declaraciones y que no se discute un modelo económico alternativo.

No haber consultado a la población y a los movimientos y el modo en que se emitió el Decreto 748, demuestra que no existe ni refundación ni descolonización del Estado, ya que se aplicó una medida neoliberal con métodos neoliberales. Ésta es la tercera conclusión, que coloca todo el proceso boliviano ante una disyuntiva: o se reconduce rápidamente o tiene los días contados.

En cuarto lugar, es una seria advertencia a todos los procesos de la región, ya sean los tibiamente progresistas o los que se inscriben en el socialismo del siglo XXI. Hemos ingresado en una fase más aguda de la crisis del sistema-mundo, caracterizada por la tendencia al desgobierno y al caos que genera la combinación del alza de las materias primas y la desarticulación geopolítica global. Los sucesos de Bolivia y los del sur de Chile se van a repetir y pueden arrasar cualquier gobierno, aun aquellos que tienen fuerte apoyo popular.

Por último, es necesario hacer una opción ética. Cuando los de abajo atacan y destruyen los locales de sus organizaciones es porque los diques de contención de la protesta social están rotos, o son tan frágiles que no pueden impedirla. ¿De qué lado nos vamos a colocar cuando las multitudes arremetan contra gobiernos y dirigentes de izquierda? En este punto no puede haber el menor cálculo en el sentido de a quién beneficia o perjudica la insurrección en curso. Estar con los de abajo es la única brújula en medio del caos.