jueves, 30 de octubre de 2008

La Realidad es un fiesta (Airamppo- Valverde y Muñoz, 2007




(Airamppo, la semilla que tiñe. Miguel Valverde y Alex Muñoz, Bolivia, 2007)





Totora bien podría ser el lugar donde las huellas y los fantasmas corren y se ríen, se desenfocan y mutan, como el cine (documental) que solo caza sombras.

En el descenso a la realidad, sólo salvable con el sueño, chicho hijo de alguien y mamá paceña, piensa que debería pensar en voz baja, se mueve como la cámara entre los interlineados, entre fantasmas y violines que se suceden en un deambular sin fin que construye una estructura circular interminable.

En esta estructura no corresponden las imposiciones de causa y efecto o las fronteras (inútiles) entre ficción y documental, clara huella es don Silverio el alcalde del Sueño y amigo del tio, es la Realidad que se enfrenta a la ficcionalización (Miki y Alex) o a la documentación (Miki y Alex).

Es don Silverio quien guía y es chicho quien descubre. Ambos nos embriagan de esta Realidad donde todas las voces se interrumpen y yuxtaponen, se contradicen y se callan, se llaman y se encierran y, el silencio, sólo admitido en el coito, nos re-define, en aquel momento en que esta Realidad deja de chirriar, y Totora se revela ya no como un lugar de sombras, sino de materiales concretos; la ficción aparece.

Miki y Alex, no realizan una reflexión sobre los limites y fronteras entre lo real y lo ficcional, sino que nos ofrecen algo más rico y más fresco, como la chicha, que es la exploración de sus materiales audiovisuales y que a partir de estos se puede herir a la Realidad y observar, por un instante la verdad.

La frescura de esta propuesta se aproxima a la carencia e inquietud de su mirada, la cámara que se mueve errante debe entenderse como la destilación de una idea estética, como un elogio de la imperfección y una reivindicación del descuido formal, porque eso es Airamppo, la reivindicación no sólo de una forma de mirar y de sentir, sino que desde el modo de producción hasta su lógica de distribución, no es más que un elogio a la fiesta (porque el cine es una fiesta única e irrepetible como la chicha).

Esta ficción fresca y que abre la tripa, podríamos considerarla como una metáfora de un país, o un retrato a modo de díptico o como un manifiesto para el nuevo cine experimental andino.

lunes, 27 de octubre de 2008

Una cierta mirada, entre el destino y la fatalidad. (El cementerio de los elefantes - tonchy antezana, 2008)


(El cementerio de los elefantes. T. Antezana, Bolivia, 2008)

Dicen por ahí que pobre del pueblo que olvida y tan bien dicen por aquí, que pobre del hombre con memoria. Extraña sentencia, mas aun cuando en la “suite presidencial de un cementerio de elefantes” lo único que se desea, y lo único que se puede hacer es recordar, para bien o para mal

Juver, entre esta incomoda situación de la memoria y su materia, entre el entuerto que supone el bien y el mal opta por la interrogante, por la exclamación al vacío “¿Quién hace el destino?”.
La respuesta viene del lugar más pertinente y audaz para esta cinematografía, de una voz que narra la vida y milagros de Juver, una voz que sin temor explica hasta el cansancio lo que vemos en la pantalla, es la voz de un hombresillo de 33 pero que parece de 50, y que ha vivido mucho, que tuvo un corazón, tuvo un amigo, tuvo sueños y le gusta chupar.
Es juver quien encarna de forma grosera, aquella mitificada y mistificada marginalidad paceña, cuyas retratos y voces los encontramos en la literatura, que no culpan al destino sino a la vida.
La reconstrucción del destino, a partir de paralelismos refuerza más la fatalidad de Juver, entre “las oportunidades de tomar otro camino” y “la sociedad que paga los vicios” Antezana se encuentra con lo inevitable, lo único que puede sostener un monologo lineal y gris: la muerte, a quien esquiva con balazos y ritos, con cogoteros y enfermedades; el amor, que huye con el mejor amigo; la soledad, que sólo es parte de la fatalidad de la voz tenue y marchita que nos guía; la amistad, que vale 100 dólares, la felicidad; un cumpleaños y una sociedad que es ciega.

Es un destino mutante y estático, no persigue ni siente como la mirada de Antezana, ambos sólo se detienen a contemplar la ciudad en silencio, como si no supieran a donde ir porque no saben donde están, el destino y la mirada quizás intuyen la muerte que vendrá, la muerte de una forma de mirar (televisiva) y un destino que se abraza a su materia fatal, se resigna a la persecución y sólo muta y muta.

Juver, su mirada y su voz, intentaran redimir su condición en el ultimo aliento pero la fatalidad le robo la voz y el destino se adueño de la mirada, la muerte ya no sorprende.

La idealización del hampa y cierto reconocimiento (pulcro reconocimiento) de los marginados se diluye entre los difuminados cansinos, el lenguaje televisivo y la narración (off) sobre una mirada insensible que no quiere entender a sus personajes, sólo mostrarnos unas imágenes parlantes.

viernes, 24 de octubre de 2008

martes, 21 de octubre de 2008

el cinema mentire (un tigre de papel - luis opina, 2007)

( Un tigre de papel - Luis Ospina
A los periodistas, mis amigos.

En 1934 ocurren tres hechos históricos, el asesinato de Alejandro I, rey unificador de Yugoslavia, la Gran Marcha del Partido Comunista Chino encabezada por Mao Tse Tung y la celebración del Congreso de Escritores Socialistas en el que se instauró la política cultural del realismo socialista. Acontecimientos políticos que marcaran la vida de un personaje nacido ese mismo año, Pedro Manrique Figueroa, el precursor del collage en Colombia.

Sin embargo, el 9 de abril de 1948 con el cruento asesinato de Jorge Gaitán, líder de la izquierda colombiana, la vida Manrique Figueroa se transformara, a partir de entonces, Manrique se consagra como activista político vinculado al Partido Comunista. A Manrique Figueroa se lo recuerda como un agitador profesional, comunista exacerbado, profeta del mal ejemplo, hippy por una semana, apasionado amante por una noche, poeta y cineasta, orador convincente y tal vez, mitómano……………y creía que la Revolución vendría del arte. Es el fantasma que Luís Ospina persigue en un collage llamado Colombia, entre el arte y la política, la mentira y la verdad, el cinéma véritè y el cinéma mentirè.

“La vida de Pedro Manrique Figueroa no está escrita por nadie, y por una razón poderosa: se parece demasiado a una novela de aventuras, a la vez incompleta y contradictoria, siempre vinculada a las centelleantes incertidumbres de la tradición oral”

Es un clásico del fake (falso documental), Un tigre de papel, apela a las técnicas del documental, la entrevista con personajes autorizados, la multiplicidad de localizaciones, materiales de archivo cuyo carácter es el ser demostrativo, la narración coral que expone coincidencias y contradicciones entre los testimonios y, una estructura cronológico.

Cada testimonio, cada recuerdo, cada momento histórico se apoya por una imagen de archivo auténtica o falsificada. Un recurso empleado de forma exagerada, recordándonos y a su vez advirtiéndonos de que no todo lo que vemos es real, y las imágenes no son la Verdad, esto en tanto pretensión de objetividad (representación del hecho real) como asistimos noche tras noche a los noticieros televisivos.

La verdad del texto habita en el contexto, es en la ausencia y en los interlineados donde Ospina hace circular a Manrique con una intencionalidad especifica, narrar la tragicómica historia de su vida y la de su generación; la velocidad con que se mueve un país, la irrepresentabilidad de lo real, la emergencia de los mitos, la inconmensurabilidad de lo oral, la fatalidad del artista frente al capital y la caducidad de las ideas.
Para ello se sirve del collage, en tanto atisbo arqueológico de nuestro personaje y a la vez como revestimiento formal de la obra, para reconstruir una historia a base de fragmentos de recuerdos, porque la existencia no son los hechos sino lo que otros recuerdan de los hechos. Con elementos godardianos, con el zoom inquisidor moderno, pantallas divididas, animación, trucajes y todos los recursos noticiosos que vemos a diario, Ospina (re)construye a Pedro Manrique Figueroa, “el putas – satuple-“ o el tigre de papel que, como la realidad, espera a que el viento, la lluvia y el olvido lo destruyan.

La historia es de quien la escribe, y hoy se la escribe con imágenes, esas imágenes que vemos e insisten en que han sido un montaje, trucadas y falseadas, y que los asesinados se suicidaron, que la mentira es la verdad y que vivimos en el cinema mentirè ( o en un noticiero).