jueves, 27 de febrero de 2014

Her (Spike Jonze. 2013)

Naturaleza plástica
Un mundo marcado por el consumo y el rechazo a la soledad como lo presente Spike Jonze Jen Her sólo lo podemos admitirlo desde una paleta de color fulgurante, donde los colores cálidos toman el cuadro. Este gesto funge como edulcorante emocional a la decadencia que se busca retratar. Reforzado esto con un contexto de consumo desmesurado, construcción opulenta e iluminación saturada que no hacen más que vaciar este mundo futuro, marcado por el rechazo a la soledad y al encuentro corporal.
Las imágenes plastificadas de Jonze además de reforzar este universo aséptico, tecnológico y carente de sensualidad, permiten al espectador el consumo pasivo y la total sumisión al discurrir el idilio hombre maquina.
La naturalización de la plasticidad, del deseo de compañía aunque ésta sea un sistema operativo en Her es condicionada por el mercado y por un presente propenso a las relaciones virtuales donde vivimos con nuestro otro yo editado digitalmente. Sin embargo la insinuación del amor con un sistema operativo personalizado supone el enamoramiento de uno mismo, pues toda inteligencia artificial se compone a partir de las necesidades del usuario. En este sentido Jonze migra a la ciencia ficción otorgándole al sistema las facultades humanas, a excepción de la diferencia original: la sensual.

Her parece haber abierto al gran público lo que el cine B y la ciencia ficción vinieron acusando, la disolución de la sensualidad en las relaciones mediadas por interfaces digitales, la intolerancia a la soledad por parte de los sujetos contemporáneos y el triunfo del mercado y los bienes sustitos de afecto sobre cualquier experiencia social corporal.       

Cuerpos y bits
En apariencia con un guión tan sencillo como sensible Spike Jonze construye desde el solitario escritor Theodore Twombly (joaquin Phonix) y Samantha (Scarlett Johansson) un sistema operativo avanzando que es capaz de escuchar y elaborar conversaciones un idilio imposible. La soledad del escritor provoca a Theodor la adquisición de este bien de compañía en un futuro no muy lejano, que además de proporcionar compañía sonora supone el quebrantamiento de la soledad a la cual se había entregado tras su divorcio, en este sentido la figura del reemplazo por un bien de consumo (con conciencia) se constituye en la clave de la felicidad en la sociedad de consumo futura, sin embrago este tema es subsidiario a favor del relato amoroso que propone el director de Cómo ser John Malkovich (1999).

La idea del amor entre humanos y maquinas no es nueva en el cine, en particular en el Clase B, que siempre se aproximó a las formas de relacionamiento entre el inventor y su invento  de maneras varias, desde la relación de emancipación del invento respecto a su inventor hasta su dependencia filial sentimental, sin embargo en Her la relación se plantea como posible a favor de las condiciones actuales de virtualidad, lo que conmociona y encanta al público como a la critica. En este sentido la actualidad de Her se presenta escalofriante, pues Jonze construye este universo a partir de la ruptura sentimental de Theodor que no se satisfizo con un semejante real y encuentra la anhelada felicidad en la máquina. Es ahí donde el guión se desliza a favor de la moralina sentimental que permite pensar en la posibilidad del romance concreto entre el hombre y la máquina.

La promesa del amor
Jonze ofrece una visión tan edulcorada del amor como su paleta de color pues refuerza la posibilidad de la anulación del espacio, del contexto y los objetos circundantes a favor de lso amantes, aunque este sea un voz emitida por una maquina, en este sentido dialogo con la comedia america en las figuras de la estandarizada camino del héroe un busca de la redención, el cual es sólo posible y concluyente con el ser amado, que sólo puede ser humano.
Jonze ahonda en elementos perversos al asumir que nuestra realidad contemporáneo y las relaciones afectivas deben estar mediadas por el consumo de tecnologías que median entre los cuerpos, hasta llegar a pensar, por una condición de mercado actual, en que es posible el amor con maquinas, idea nada descabellada por las herramientas y las interfaces actuales. Sin embargo la promesa del amor con una voz, con la tan mentada expresión que refiere que el amor es ciego es la clave del guión de Her, que nos permite pensar que efectivamente el amor no tiene cuerpos y no conoce limites espaciales siempre y cuando sea un producto del mercado diseñado a nuestra medida.

Artificial
Con la promesa de que “no es solamente un sistema operativo, es una conciencia” Theodor adquiere a Samantha, de ésta manera se nos invita a pensar la inteligencia artificial, tema recurrente en la cinematografía que en este caso desnuda de cualquier teoría conspirativa ni retazos apocalípticos ofrece la construcción del amor desde la relación entre una voz, la de Samantha y Theodor, lo que permite, agudizando la contradicción, pensar el enamoramiento hacia una voz carente de cualquier sensualidad y sólo capaz de articular verbos. Este elemento, como la sustitución de cuerpos por sentimientos henchidos de nobleza y simpatía dotan de humanidad la trama, elemento sumamente contradictorio que se refuerza por el rechazo flagrante a la sensualidad y al erotismo siempre incompatibles con el discurso amoroso del cine industrial.
Por tanto lo artificial se presenta como la promesa de la felicidad, la redención de la libertad y de forma más febril, la realización del amor. Estos elementos constituyen la tragedia de nuestro tiempo, pues Jonze, además de naturalizar las relaciones hombre-maquina realiza una perversa crónica de la soledad, a la cual se la condena y rechaza.  


viernes, 7 de febrero de 2014

El astuto mono Pinochet y La Moneda de los cerdos

La figura de Pinochet, la imagen de Allende y el Golpe se miran desde el presente para darles nuevos sentidos.
Un niño de 12 años se aleja con una sonrisa en el rostro: “No mi presidente, todo está en orden”. Dirigiéndose a otros niños de su edad, representando la conspiración, les aclarara: “Este Allende no sabe nada, ni se imagina que lo traicionaremos”. El niño que menciona esto representa al general Augusto Pinochet, que tomó el poder político chileno por la fuerza y al cual se aferró durante muchos años. Un grupo de varones de secundaria, reunidos en asamblea, exigen a sus autoridades que su establecimiento educativo sea mixto. Divididos entre moderados y radicales, someten la propuesta a votación. Al grito de ¡queremos mujeres! se impone la corriente revolucionaria. Un grupo de niños de kínder conspira contra un Allende que les prometió construir un castillo. Un niño, forzando su acento para emular el gringo, promete a los terratenientes, otros niños de entre 5 a 7 años, la alegría y prosperidad siempre y cuando traicionen a Allende. Conjuntamente a las líneas narrativas mencionadas, el Golpe de Estado, encabezado por Augusto Pinochet que derroca y asesina a Salvador Allende el 11 de Septiembre de 1973, es recreado y dramatizado por un elenco de teatro universitario, por un grupo de debate universitario, además de contener el desarrollo y la puesta en escena de un cortometraje con base argumental en los años posteriores al golpe sangriento. 

 LA IMAGINACIÓN. 

En un documento controversial titulado “Carta a los chilenos” (Londres, diciembre de 1998) el ex general Augusto Pinochet planteaba: a) que la participación de los militares entre 1973-1990 fue una “gesta, hazaña o epopeya” de carácter nacional; b) que el programa de la Unidad Popular se fundaba en la “prédica del odio, la venganza y la división” con base en “la siniestra ideología del socialismo marxista” y que buscaban imponer “una visión atea y materialista… con un sistema implacablemente opresor de sus libertades y derechos” y que en última instancia fue un “imperio de la mentira y el odio”; c) que “los hombres de armas” actuaron “como reserva moral de la nación” para reimplantar la “unidad del país… No para un sector o para un partido”, el “respeto a la dignidad humana”, la “libertad de los chilenos”, y dar “verdaderas oportunidades a los pobres y postergados”. Sin embargo, la imaginación, el relato no oficial, la idea popular, la que se transfiere por canales no cooptados por los poderes hegemónicos, hacen que la historia no sea un doloso relato de vencedores y vencidos. 

 REGISTRAR EL PASADO.

 Con este gesto, contrario a la historiografía oficial, con el documental El astuto mono Pinochet contra La Moneda de los cerdos evidenciamos que la transmisión oral de la cual se han alimentado los personajes que Perut y Osnovikoff nos presentan no dan cuenta de ninguna gesta, hazaña o epopeya, no se vislumbra odio ni venganza en las forma de representar a la Unidad Popular, más aún en la figura de Salvador Allende, y por supuesto no hay guiños a la figura del ejercito como reserva moral de Chile. En este sentido, estamos frente a dos construcciones, representaciones iconográficas, distintas y distantes en un país que no se reconcilió y que quizás no lo haga mientras continúe vigente una constitución hecha a imagen y semejanza del dictador que la suscribió y la construcción de un presente, y por extensión futuro, nada laudatorio sobre la figura del general golpista. Son niños, adolescente y jóvenes los que reescriben un documento de cierta época, donde parece existir un consenso claramente establecido: al presidente Allende se lo engañó, Chile estaba tomado por fueras reaccionarias durante el gobierno de este presidente desaparecido y que el golpe militar es considerado un acto traicionero.

 HISTORIA. En este documental, que no apela a imágenes del hecho histórico, sino a la imaginación y la imaginaria, se intercala estas visiones con la historia oficial, diluyéndose en un solo relato. En este film, que no confiere relevancia a los acontecimientos vividos, la importancia se da en el hecho de que actúa como un documento de esta época, contingente, un registro que da cuenta de la manera en que se transmite la información, la manera en que se construye la historia al margen de los canales convencionales. El gran ausente es el testimonio vivencial, aquel que otorga verdad, de manera convencional, a lo documentado. Sin embargo, la actualidad, y por extensión su validez, recae en el carácter situacioncita de la película, puesto que se estrenó a un año de la conmemoración de los 30 años del Golpe de Estado. Asimismo, este documental atípico nos permite comprender en algo el Chile del siglo XXI, no desde las esferas del poder, sino desde la voz y las representaciones −de niños, escolares secundarios, universitarios, hasta profesionales de la imagen− sobre el pasado inmediato de su país.