jueves, 25 de marzo de 2010

La hamaca paraguaya: Soborear el tiempo

Saborear el tiempo.

Toda experiencia estética entraña tres momentos: el primero puede identificarse con lo espacial, es decir que demanda de nosotros la puesta en el espacio, la vocación por el tránsito y la movilidad en y hacia un lugar concreto de manera voluntaria; el segundo se lo identifica con el plano cognoscitivo, haciendo referencia a los saberes a los que somos expuestos sin elección; y el último instante es el de lo bello, la revelación de la belleza, el desocultamiento, el acontecimiento que acaece, que puede llegar a ser visual, audible o palpable en tanto nos irrumpe, sorprende, atrae, repugna o escapa a nuestro saber y querer.
El develamiento de lo bello se presenta como una promesa, como una ficción y por tanto como una hipótesis que se resuelve en la evidencia de la experiencia, en el debilitamiento de la razón y en la celebración del acontecimiento, que debe significar que algo comienza en sí mismo.

La hamaca paraguaya, (Dir. Paz Encina, 2007, Paraguay)

"La muerte se hace sentir"
En La Hamaca paraguaya (Paz Encina, 2006), la pulsión de la muerte alegórica, y a la vez fugaz, irrumpe desde el fuera de campo amplificando la fuerza evocadora de la guerra, la lluvia y el amor a través de la historia de una pareja de ancianos paraguayos que espera el retorno de su hijo de la Guerra del Chaco. Y es desde este campo ausente que el Paraguay se va dibujando, un espacio donde el tiempo y la historia se han separado, donde la voz y su presente se ha distanciado del tiempo y de la imagen, por tanto, esta situación privilegiada permite al tiempo presentarse como algo visible, saboreable, como un acto que comienza en sí mismo.

Es en este movimiento que realiza Paz Encina con inigualable destreza, donde el tiempo se presenta, cuando la pareja de ancianos siente la muerte y comprende que la promesa del retorno de su hijo se disuelve. Enseguida, la desesperanza embarga la pantalla y logra tomarnos, permitiendo que la muerte se haga acto y presencia. Todo esto con el meticuloso tratamiento visual de un paraje rural y ajeno.

Con esta propuesta, Paz Encina, además de contemplar el tiempo, con el efecto que esto provoca, no sólo sobre nuestra mirada: logra que los personajes nos guíen por su cotidianidad: la espera de la lluvia, la curación de la perra, la cosecha y la espera del hijo que representa la vida. El sabor del tiempo en la pantalla nos retorna a la reflexión de la imagen cinematográfica y la momificación que logra ésta del tiempo.

Los riesgos de La Hamaca paraguaya empiezan, quizás, desde su procedencia: un país cuyo historial fílmico es prácticamente inexistente; además, el rechazo a los elementos genéricos y el dulce guaraní con el que se nos está narrando la vida. Por supuesto que esto enriquece aún más las reflexiones que se encuentran en la película, que van desde el poder de la imagen-tiempo hasta la inconmensurabilidad del encuadre, cuyo poder narrativo se refuerza en su exterioridad y el canto al amor y la vida se conjuran en una las defensas más bellas de la Esperanza.

lunes, 15 de marzo de 2010

"El cine mejora en todas partes salvo en Hollywood"

ENTREVISTA: JUAN JOSÉ CAMPANELLA Director y ganador del Oscar a Mejor película de habla no inglesa con El secreto de susu ojos (Argentina - España 2009)


GREGORIO BELINCHÓN

Si la imagen de un triunfador reúne en un mismo plano a su familia y a su premio, Juan José Campanella (Buenos Aires, 1959) cumplió el domingo 7 con todas las premisas. Tras ganar el Oscar al mejor filme de habla no inglesa y dar una rueda de prensa a las doce de la noche, el cineasta y su equipo se reunieron para festejar la victoria. Al fondo de la cafetería del hotel Standard de West Hollywood juntaron cuatro mesas, y allí una treintena de personas celebró la segunda victoria argentina en los Oscar pasándose de mano en mano la estatuilla.

En medio, Campanella, agotado, con su hijo de pocos años dormido en brazos, miraba de reojo el símbolo del premio. Sin abrir casi la boca, con una sonrisa beatífica provocada por el cansancio, el cineasta pedía un respiro: "Aún estoy alelado. Necesito que pase el tiempo para asimilarlo".
La semana no le ha concedido la deseada tregua. El lunes descansó unas horas y después atendió a la prensa argentina.

El martes y el miércoles volvió al estudio de grabación de la serie House -"Me recibieron con los brazos abiertos y un buen festejo"-, y el jueves voló a Miami, donde El secreto de sus ojos clausuraba ayer domingo su festival de cine. Desde el aeropuerto de Los Ángeles, Campanella aprovecha para charlar por teléfono.

Pregunta. La noche del Oscar se le veía un poco perdido.
Respuesta. No me gustan las grandes acumulaciones de gente ni las ruedas de prensa. Prefiero un café tranquilo, porque si no acabas adocenando las respuestas. En la alfombra roja te sientes como cuando llevan las vacas al matadero. El espectáculo es lindo, pero no lo disfruté por los nervios. Mi anterior candidatura, con El hijo de la novia, no provocó tanto ruido. Pero, en fin, ese paseo previo es crispante.

P. ¿Ha tenido ya ese momento de comprender lo ocurrido?
R. No, la verdad. Ni he respirado. Mi trabajo me lo impide. Ni ahora mismo: en el vuelo veré el capítulo de House para decidir algunos cambios.

P. ¿Es consciente de la que se ha liado en Buenos Aires con su Oscar?
R. Lo he visto gracias a Internet. Llevo en Estados Unidos trabajando desde diciembre, y eso que añoro muchísimo Buenos Aires. Espero volver el mes que viene.

P. Mikel Olaciregi, director del certamen de San Sebastián, fue uno de los primeros en felicitarle en persona la noche del triunfo. ¿Le reprochó algo tras el paso frustrante de El secreto de sus ojos por Donostia?
R. No, por favor, para mí fue un honor ir a San Sebastián, y no debemos confundir al jurado con el certamen. Yo, por ejemplo, soy un mal jurado, porque me dejo llevar por el corazón. A mí no me dolió no ganar ningún premio, lo que sí me dolió fue enterarme de que no estuvo considerada en ningún momento.

P. Un Oscar resarce anteriores derrotas.
R. Más bien implica una distinción de por vida, un enorme reconocimiento por parte de las personas que hacen el cine más influyente. Y es un galardón conocido en todo el mundo.

P. Esta categoría, la del filme de habla no inglesa, acaba teniendo cada año candidatas de más calidad que el Oscar a la mejor película.
R. Creo que el nivel del cine se ha elevado en todas partes excepto en Hollywood. La competencia en esta categoría es enorme.

P. El cine argentino ha tenido estos últimos años una repercusión increíble.
R. En Argentina hemos hecho crecer un tipo de cine sustentado en el guión, no anclado sólo en lo formal. Un cine que tiene un objetivo distinto al que sólo busca el clímax sensorial, el que prima sensaciones sobre la historia. Esto tal vez no sea bien visto desde parte de Hollywood.

P. ¿Tal vez esa forma más clásica ha hecho triunfar a El secreto de sus ojos? Con todos los respetos a la peruana La teta asustada, en su filme a nadie le florece una patata en la vagina.
R. Con todos los respetos, porque yo hubiera votado al filme de Claudia Llosa. Pero considero que mi estructura es más antigua que el cine clásico. En los últimos años estuve muy interesado en la música. Leí la novela original, preferí enfatizar la historia de amor frustrado y decidí aplicarle una estructura de sonata. La sonata es, obviamente, anterior al cine. Y a ese esquema le he aplicado muchos elementos modernos. Yo no sé porqué he ganado el Oscar.

P. ¿Se ha convertido en el abanderado del cine argentino?
R. No, por favor. No lo creo. Tenemos otros muchos directores fuertes, con talento.

Extraíso de El Pais.com

miércoles, 10 de marzo de 2010

Premios Oscar 2010

La entrega de los Oscar 2010, el codiciado premio la Academia de Artes y Ciencias Cinematograficas de Hollywood desde hace 82 años, tuvo, a diferencia de las últimas versiones, algo de sorpresas. Desde el reconocimiento, por fin, de una mujer como mejor directora hasta el triunfo de El secreto de sus ojos como Mejor película de habla no inglesa.

La gala de los Oscar 2010, a decir de los cronistas, se nos presentaba como un duelo de un ex matrimonio, entre James Cameron y Katerin Bigelow: Cameron competía con su Avatar, avalada por ser la película más taquillera de la historia y Bigelow con su Zona de miedo (The hurt locker) que potencia la adrenalina al máximo.

Asimismo, ésta gala presentaba a dos películas latinoamericanas, El secreto de sus ojos (Juan José Campanella) y La teta asustada (Claudia Llosa), que supuso una gran sorpresa al imponerse sobre La cinta blanca del inefable Micheal Haneke.

Hollywood se especializa en fabricar productos higiénicamente empaquetados que a lo sumo contienen reflexiones adolescentes acerca de temas que ya han tenido un debate social previo, mucho más serio y casi siempre con un consenso mayoritario. La gran mayoría ha superado el escepticismo de reconocer al humano como destructor de la naturaleza, la gran mayoría está de acuerdo en que debiéramos vivir en mundo más tolerante y la gran mayoría está totalmente de acuerdo en que la violencia puede ser una gran adicción y que estar en un guerra, en un terreno hostil puede resultar abrumador para cualquier individuo, de esto último nos habla Zona de miedo, la gran ganadora de la noche.

Si en Hollywood premian a un filme como Zona de miedo es porque Estados Unidos ya está preparado para hablar de la invasión a Irak, por extensión de la de Afganistán, y demandar abiertamente que los soldados retornen a casa, sin embargo con este film, con este galardón se evidencia algo que no se quería ver, que apuntar con un arma a un civil en Irak es algo tolerable cuando se intuye que en la contienda se está perdiendo, y además de eso los civiles iraquíes son una amenaza real. En este sentido la gran favorita de la noche, Avatar, se allá en las antípodas, con un mensaje contrario al de Zona de guerra, busca, como toda las producciones de Hollywood edulcorar un mensaje claro y alarmante, que el hombre es el principal peligro para al ecosistema, un discurso incómodo para un país que aún ve con excesivo escepticismo y mucha sospecha las nefastas consecuencias que genera la intervención humana sobre la naturaleza. Por eso es que una película con sabor a independiente como Precious, triunfadora ahí por donde ha pasado (incluido el Festival de San Sebatian) no goce de la simpatía de la industria, con una historia de una adolescente negra y obesa que lo único que quiere es salir en televisión y tener un novio blanco. Por eso también se fue sin nada Distrito 9, que proyecta que la simple tolerancia no comparta un código de conducta que preserve los derechos humanos y esos mismos derechos se constituyen en un arma de agresión, y también se fue sin nada Up in the air donde los guiños de triunfo a través del individualismo se trastocan con el desgaste de las relaciones humanas.
A diferencia de otras ediciones, con Zona de miedo si salen los números. La Academia consideró que el mejor guión original es el de Zona de miedo y que el mejor guión adaptado, en un ejercicio compensatorio pero que no desacredita la elección, recaiga sobre Precious, que además está mejor interpretada, Mo´Nique se alza con la estatuilla a mejor actriz de reparto. Igualmente la Academia hizo justicia con Jeff Bridges a quien otorgó la estatuilla como mejor actor por su actuación en Crazy Heart después de 5 nominaciones e imponiéndose a un inspirado Morgan Freeman haciendo de Mandela en Invictus de Clint Eastwood. Algo parecido ocurrió con Christoph Waltz quien se alzó con el codiciado galardón como mejor actor de reparto por su actuación de general nazi en Bastardos sin Gloria y una de las sorpresas de la ceremonia fue Sandra Bullock, quien se hiciese de la estatuilla a mejor actriz, obteniendo al fin el reconocimiento de la industria y de sus colegas.

Lo que quedo claro en la gala de los Oscar es que la actuación no hace a la mejor película, sino el gran aparato que le sostiene, por ello el justo reconocimiento al montaje, que recayó sobre Zona de miedo, e indudablemente la edición de sonido y la mezcla de sonido, elementos imprescindibles para lograr la fascinación en el espectador, en esto la única competencia medianamente seria era Bastardos sin gloria o Distrito 9.

Pero si algo es Hollywood, y ésta ceremonia lo celebra con especial entusiasmo, es el artificio visual. La dirección de arte recayó sobre Avatar, por el planeta Pandora y todo lo que le circunda, y sin una cinta que le haga sombra también obtuvo el reconocimiento con el galardón a mejores efectos visuales y lo sorprendente es que también obtuvo el de mejor fotografía, que por lo general recae sobre propuestas figurativas o filmes de época, como suele pasar son estos los que se hacen con el galardón de vestuario, y ésta edición no fue la excepción lo obtuvo The Young Victoria.

Líneas aparte la nominación de dos películas latinoamericanas supuso una gran sorpresa, generando la expectativa de que la industria estadounidense, que siempre prefirió mirar hacia otro lado, reconociese al fin la factura técnica del cine del sur. Todas las piezas en competencia gozaban de presencia en festivales más prestigiosos pero menos mediáticos que el de la industria estadounidense; Cannes, San Sebastian, Berlín, Venecia. Y presagiaban que la disputa estaba entre las dos hispanas, La teta asustada, de la peruana Claudia Llosa y El secreto de sus ojos, del argentino Juan José Campanella y la alemana La cinta blanca, dirigida por una de las miradas más sensibles del cine contemporáneo Michael Haneke.

Quizás la nominación de dos cintas procedentes del mismo subcontinente permitiera a sus respectivos productores soñar con el preciado galardón y avizorar la penetración al mercado más grande del mundo, porque ese es el verdadero galardón. Por primera vez en la historia de los Oscar un film peruano era candidato a hacerse con la famosa estatuilla dorada, La teta asustada ya había sorprendido al mundo en la Berlinale de 2009, al lograr el Oso de Oro. Pero el paso más importante es probablemente abrir mercados para producciones como esta, a las que se les puede criticar la facilidad con la que se enfrenta a la realidad social de un país dividido como Perú, con una honda herida provocada por la guerra interna, pero que a la que se le debe reconocer la capacidad de universalizar historias propias.

En el caso de la gran ganadora, de la gran sorpresa, la película de Campanella es la segunda película argentina en llevarse un Oscar, la primera fue La historia oficial (Luis Puenzo) en 1986, este dato no es irrelevante cuando hablamos de El secreto de sus ojos, ya que uno de los personajes secundarios, Pablo Rago es el único actor que ha formado parte de los repartos de los dos films premiados. Con 37 años, Rago interpreta en esta oportunidad al esposo de la joven asesinada que es el motor de este thriller policiaco, el cual en 2009 ha batido todos los records de asistencia de público en Argentina. Protagonizada por Ricardo Darín y Soledad Villamil, El secreto de sus ojos es una película que permanece en la memoria después de acabada.
Cuando los Premios Oscar y lo que representan, los grandes estudios, toman distancia del género de lo real, siempre esquivos de la posición política y del debate ético, la Academia revela su costumbre de favorecer a películas documentales que cuenten pequeñas historias de autosuperación, o relatos familiares o, como en este caso, la depredación de una especie en un lugar especifico, nombrando un área y, si se puede, un responsable. En este sentido, el obvio favor de este año recayó el documental The Cove.

Así pues, la entrega de los premios Oscar no es sólo un evento: es una película más de la industria de Hollywood que busca encumbrar sus superproducciones que, como conocemos todos, nunca tienen grandes sorpresas.
Extraido de www.cinemascine.net