(Flags of our fathers, "la conquista del honor", USA, 2007)
(letters from Iwo Jima, cartas desde Iwo Jima, USA, 2007 )
(Gran Torino, USA, 2008)
algo sobre el honor (gran torino)
En pocos minutos sabemos quien es Walt Kowalski, ex combatiente en Corea, ex trabajador de Ford, polaco loco, viudo, uno de sus hijos trabaja para los japones y el otro en ventas, sus nietos son un eslabon de la fragmentación de la sociedad, sus vecinos son asiáticos (etnia hmong), su mejor amigo es un hijo de puta italiano, odia a los vagos frijoleros mexicanos y los monos drogadictos negros, los católicos irlandeses son una rémora inútil de fe y cobardía. Esta apelación constante a lo nacional o a la procedencia es un rasgo común en la sociedad gueto, en las sociedades donde se fundan las lealtades a partir del reconocimiento e integración de particularismos, como los vaqueros que marchan sobre el oeste (los imperdonables) o el policía que limpia la calle (Harry el sucio), testifican el momento actual, si la sociedad gringa quiere sobrevivir debe renunciar a sus origines, o al mito de contiene lo originario (si es que existe)
Walt y sus vecinos circunstanciales, una familia hmong, heredera de la persecución vietcom que siguió a la guerra, habita en un vecindario hostil, donde la regla es que los hombres van a la cárcel y las mujeres a la universidad, y Thao, el vecino adolescente se convierte en el aprendiz del viejo vaquero, recordándonos a otro maestro, uno de Esstwood, el invencible John Wayne.
En el proceso de aprendizaje, el viejo vaquero enseña al joven hmong como ser un hombre, como hablar, como realizar las tareas domésticas y como defenderse. En ese proceso Tahoa descubre la referencialidad paterna (eludida por un giro de guión) apaciguada por la venganza, y la emergencia de los símbolos, del honor y la lealtad, valores siempre agridulces en las pelis de Esstwood.
Entre la lealtad, el honor y la venganza, Walt Kowalski ´Esstwood´ redime a las victimas de su historia. Un hombre que conquisto el honor asesinando a pequeños hombres desarmados en el sureste asiático y a un adolescente que se vuelve hombre en un país que no lo quiere, no lo necesita y no puede pronunciar su nombre.
El único lugar de convergencia entre la lealtad, el honor y la venganza (llamémosle justicia, estamos en una peli de vaqueros), es la muerte, y Kowalski se reconcilia con la vida en ese momento, cuando entrega la vida a la muerte, una muerte regida por sus atávicos valores.
Walt y sus vecinos circunstanciales, una familia hmong, heredera de la persecución vietcom que siguió a la guerra, habita en un vecindario hostil, donde la regla es que los hombres van a la cárcel y las mujeres a la universidad, y Thao, el vecino adolescente se convierte en el aprendiz del viejo vaquero, recordándonos a otro maestro, uno de Esstwood, el invencible John Wayne.
En el proceso de aprendizaje, el viejo vaquero enseña al joven hmong como ser un hombre, como hablar, como realizar las tareas domésticas y como defenderse. En ese proceso Tahoa descubre la referencialidad paterna (eludida por un giro de guión) apaciguada por la venganza, y la emergencia de los símbolos, del honor y la lealtad, valores siempre agridulces en las pelis de Esstwood.
Entre la lealtad, el honor y la venganza, Walt Kowalski ´Esstwood´ redime a las victimas de su historia. Un hombre que conquisto el honor asesinando a pequeños hombres desarmados en el sureste asiático y a un adolescente que se vuelve hombre en un país que no lo quiere, no lo necesita y no puede pronunciar su nombre.
El único lugar de convergencia entre la lealtad, el honor y la venganza (llamémosle justicia, estamos en una peli de vaqueros), es la muerte, y Kowalski se reconcilia con la vida en ese momento, cuando entrega la vida a la muerte, una muerte regida por sus atávicos valores.
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