sábado, 6 de diciembre de 2008

El mensajero de la mirada (Fotografo de Guerra - Christian Frei, 2001)



Fotografode Guerra, la historia de James Nachtwey, dirigida por Christian Frei, Suiza, 2001

Gente que mira a gente que mira a gente que sufre, bien podría ser la ecuación de esta puesta en encuadre de encuadres que encuadran; juego de miradas y de cómplices a la que nos invita Frei.

Con los lastimeros violines de A. Pärt, el director Christian Frei nos presenta a James Nachtwey, el mejor fotógrafo de guerra del mundo y a su obra, desde Kosovo, Ruanda e Indonesia hasta Nicaragua y Palestina interroga sobre el registro; quién está registrando a quien?, Qué es registrable?

El encuadre y El cínico

Al interior del encuadre habitan los signos que serán significados por la sensibilidad masiva, “no es un arte, es para los mass media” afirma Nachtwey dejando entrever la función social que cumple, porque esa es una de las marcas que deja el “fotógrafo de guerra”, llevar la realidad a los hogares, aproximar la verdad del miedo y del odio a los habitantes del globo y compartirles el entuerto primigenio ¿por qué?

El ojo y su cinismo visceral desea las imágenes, las tasa e intercambia, busca la realidad manchada en sangre para venderla porque ese es su valor “tener las imágenes”: el ojo cínico no encuadra: muestra, no quiere entender: muestra, no quiere sentir: muestra. Tan cerca de la pornografía (pornomiseria).

Cuando el miedo al otro y el miedo a uno mismo se amplifica y lo llena todo el cinismo con su mirar se adueña del marco, del encuadre, de las texturas y de las formas, el miedo encuadra al cinismo y el cinismo reproduce el miedo (cerrándose el encuadre), engañando a la mirada y propiciando la pornomiseria, sofocando cualquier forma de comprensión, generando el producto-miseria de disfrute y deleite.

“Los cínicos no sirven para este oficio”(kapusciski) porque no interrogan ni sienten, esa es la diferencia entre nuestro “fotógrafo de guerra” y los (nuestros) cínicos. Los cínicos armados con el pesimismo y el encuadre desean miseria y crueldad, buscan sangre y persecución: “quieren las imágenes“, sin embargo en un golpe de vista, en un reencuadre ético James Nachtwey nos hace un guiño sobre su oficio, y nos revela como en sus fotografías la realidad.

En ese reencuadre ético, Nachtwey logra nuestra comprensión, visibiliza “guerras de pueblos contra otros pueblos”, nos “trae a la retina el dolor” producido por los fantasmas del miedo, pero el dolor no como síntoma de deshumanización civilizatoria sino como alegato del miedo, como testimonio del absurdo y de la postergación del hombre por el hombre.

“la miseria humana”
Acusados de vivir de la miseria humana, señalados como vampiros del dolor, los fotógrafos deben convivir con ello, y Frei nos lo muestra fielmente desde la corresponsal de la CNN que considera que el periodismo es algo “cool, se viaja mucho y se conoce gente” hasta un joven editor que no sabe “porque muestra lo que muestra (muertes)” y que hay dos tipos de corresponsales, “los principiantes y los aprueba de balas”, anulando, algo ya remoto, la humanidad.

El “fotógrafo de guerra” y el “camarógrafo del fotógrafo de guerra” deben convivir con ese encuadre amargo; la mirada sobre la mirada de alguien que mira a alguien que sufre y su correspondiente mirada angustiosa sobre alguien que le mira siendo mirado por otro que mira.

Es con este ejercicio de la(s) mirada(s) que la imagen se vacía, se disuelve en la violencia y a favor de ella, ya no se preserva la unidad del Otro como singularidad sino que emerge el tema a representar en detrimento de la presunta singularidad emergente: es gente sin nombre, sólo rostros de gente que sufre, no tienen pasado: sólo un presente capturado por un ojo mecánico, no tiene futuro: sólo un enunciado que señala el donde y cuando, ya no tienen alma porque alguien se las robo.

El “fotógrafo de guerra” entre las texturas del dolor y el cinismo del encuadre nos busca y nos guía hacia el espanto, para poderse redimir de su condición de mensajero del dolor (realidad).

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