domingo, 12 de abril de 2009

DAR LA MUERTE POR LOS BÁRBAROS (Gran Torino)

Rodrigo Mita
Director de Insituto Superior de Filosofia y Humanidades Luis Espinal (Cochabamba)
“El Gran Torino” De Clint Eastwood es un filme perfecto para el actual ciclo de cine que el Instituto Superior de Filosofía y Humanidades “Luis Espinal” está llevando adelante. Perfecto para cualquier ciclo de cine que trate sobre el don, la gratuidad, en el séptimo arte. ¿Por qué? En ella Clint Eastwood representa a un gringo ya entrado en años, viejo quiero decir, de origen polaco, ex-empleado de la Ford, nacionalista, ex-combatiente de la guerra que los EEUU libraron con Korea, viviendo en un barrio que podría parecer típicamente gringo si no fuera porque ya está lleno de negros y de inmigrantes latinos y asiáticos. Él se resiste a abandonar su casa y su hermoso auto, su Gran Torino, aunque su esposa acaba de morir, aunque es, al parecer, el último gringo que vive en el barrio y aunque tenga a asiáticos como vecinos. Al inicio de la película, y como veterano de guerra de Korea, da la impresión de que no puede ver la presencia de sus vecinos asiáticos sino como la invasión de los bárbaros. Pasando el tiempo, y a regañadientes, se va dando cuenta poco a poco de que tiene más cosas en común con ellos que con sus propios hijos y nietos. Su relación con sus vecinos asiáticos llega a ser tal, al final del filme, que hará el mayor sacrificio que un ser humano puede hacer: dar su vida, o mejor dicho, su muerte por sus amigos.

El filme es en sí mismo una provocación; una provocación que nos lleva a pensar si es posible vivir juntos; si es posible que todos los seres humanos vivamos juntos en este mundo. El filme me ha provocado personalmente miles de preguntas y muchas dudas sobre nuestra “humanidad”, sobre nuetra manera en la que actuamos frente al otro, al extraño, al extranjero, al distinto. Mirándola me preguntaba las mismas cosas que me pregunto cuando veo las películas de Spike Lee. Algunas de esas miles de preguntas tienen que ver con la posibilidad de que asiáticos, latinos y blancos vivan juntos. Me preguntaba por ejemplo si occidente podrá dejar de considerarse el centro del mundo para que asiáticos, latinos y blancos puedan vivir juntos. Me preguntaba también si algún día occidente podrá comprender que hay culturas en las que el interés propio está por debajo del interés común. En suma: ¿será que algún día podremos celebrar juntos nuestros días sagrados? ¿Podremos celebrar juntos algún día el nacimiento de los niños de todas las razas y ofrecer libaciones y dones juntos para que éstos niños crezcan sanos? ¿Será posible algún día que los niños sean bendecidos con un padre y una madre de distintas culturas? ¿Podrá occidente, para que podamos vivir juntos, dejar de llamar bárbaro al resto del mundo, a la periferia? ¿Podrán dejar de ser todas las culturas intolerantes con el extranjero? ¿Cuándo podremos dar de nosotros al otro, al extranjero, al diferente, o mejor dicho, al distinto? ¿Cuándo podremos brindarle hospitalidad al extranjero en vez de preguntarle por qué ha venido o por qué no se va? ¿Cuándo dejaremos de tratar al extranjero como una plaga? ¿Cuándo compartiremos con él lo que sabemos de la vida y de la muerte? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que hay que saber más de la vida que de la muerte para vivir juntos? ¿Cuándo dejaremos de ampararnos en la propiedad privada para huir del otro, de su gratuidad, de sus dones, sus regalos? ¿Estamos concientes de que la propiedad privada nos preserva de relacionarnos con el otro, de intercambiar con él, de vivir en reciprocidad? ¿Cuándo dejaremos de expulsar al otro de nuestra propiedad? ¿Podremos algún dìa, por ejemplo, celebrar nuestros cumpleaños con los extranjeros? ¿Podremos algún día dejar de mirar las tradiciones del extranjero como barbaridades, es decir, como cosas de bárbaros? ¿Cuándo aceptaremos los dones del extranjero sin pensar que son una especie de veneno para nosotros? ¿Cuándo comprenderemos que lo que nos envenena en realidad es la eliminación del don, de la gratuidad, de nuestras relaciones “humanas”? ¿Desde cuándo el sacrificio por el otro ha sido proscrito del mundo? ¿Podremos algún día volver a sacrificarnos, a donarnos, a dar de nosotros por el distinto, el extraño?

¿Demasiadas preguntas en suma? ¿Demasiadas dudas sobre nuestra “humanidad”? Sí, eso justamente es lo que provoca El Gran Torino, una gran peli.

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