Desde la puesta en obra de la ficción y el encuentro bressoniano en Supemarket (Ferran Calvo): un experimento sonoro sujeto a la improvisación, dictada por guionistas pero filtradas por un director ¿por qué rincones de la imagen emerge la ficción?. La ficcionalización de la ficción desde una mirada huidiza que es arrebatada por los modelos que se resisten a ser marionetas de una voz sin rostro, revelando su frescura prometeica y revelando, en la situación, la ilusión del cine, el equipo de producción se mezcla con los modelos desmantelando la ilusión y la imagen; revelando el simulacro.
Venido desde el relato corto, Mario Iglesias, otro invisible, desde la memoria y lo extraordinario, con la envoltura del reportaje televisivo, que exhala cierto realismo, despliega sucesivos cortos que traman “De bares”, un elogio de la fotografía y su poder evocativo, acaso la quimera de la imagen-fija; capturar el tiempo. Sus cortos (su cine) como las imágenes que le generan, es instantáneo, persigue un momento, no un tiempo, lo fantástico desde y en lo cotidiano, la memoria como partida y la realidad, fatal, como final, fundida en un abrazo entre la amante que no olvida y un esqueleto que nos recuerda lo ordinario de la existencia y lo fabuloso del cine.
La intensidad (cortometraje, Dir. Mario Iglesis) este corto el Prologo de "De bares" (2006)
La ficcionalización de la ficción, y la radicalidad del simulacro no son productos promedio para un consumidor promedio, por ello no son visibles, vagan en los festivales y en la red, a la espera de un voyeur que se atreve a verles y explorarles.
Si Supermarket (Calvo) y De bares (Iglesias) miraban fantasmas, caminando por un supermarket, o colgados en el muro de un bar, José Luis Guerin, intenta retratar a un fantasma. Vaciado de psicologismo, sin futuro ni pasado, sin nombre, un hombre retrata un fantasma, en una ciudad de fantasmas (En la ciudad de Sylvia).
Saboreando el silencio y demostrando, su talento y gusto por el encuadre, Guerin explora el paisaje y la figura, la fotogenia (la verdad en el rostro –femenino-) a la caza del gesto, o la memoria de este, con su evanescencia y fugacidad. Entre el efecto Kulechov y el fuera de campo, las miradas se persiguen y conjugan, la del espectador expectante y la del voyeur que transita la pantalla, se redefine la experiencia de la mirada y de la búsqueda, su memoria y sus resabios.
En la ciudad de Sylvia, dir. J.L. Guerin (2007)
Lo invisible del amor y la memoria, su condición efímera, como las imágenes que se reescriben en el silencio que prosigue a la libertad del asesino, conjuran la tensión asfixiante de “Los muertos” de Lisadro Alonso. La memoria no tortura, ni guía, sólo la mirada fresca de un hombre que, en la selva, retorna a su cotidianidad, sin un pasado que le persiga, solo un fantasma que se desdibuja en la retina del espectador, pero que murmulla todo la cinta. La violencia de la cotidianidad se contrasta con la violencia de la miseria, en la exuberancia de la selva entre la sangre de los animales desollados y el silencio, el plástico testifica la mutación del lugar, la violencia del capital.
Los muertos, dir. Lisandro Alonso (2004)
Escena de aperetura de Los muertos, dir. Lisandro Alonso (2004)
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