El astuto mono Pinochet y La Moneda de los cerdos
La figura de Pinochet, la imagen de
Allende y el Golpe se miran desde el presente para darles nuevos sentidos.
Un niño de 12 años se aleja con una
sonrisa en el rostro: “No mi presidente, todo está en orden”. Dirigiéndose a
otros niños de su edad, representando la conspiración, les aclarara: “Este
Allende no sabe nada, ni se imagina que lo traicionaremos”. El niño que
menciona esto representa al general Augusto Pinochet, que tomó el poder
político chileno por la fuerza y al cual se aferró durante muchos años. Un
grupo de varones de secundaria, reunidos en asamblea, exigen a sus autoridades
que su establecimiento educativo sea mixto. Divididos entre moderados y
radicales, someten la propuesta a votación. Al grito de ¡queremos mujeres! se
impone la corriente revolucionaria. Un grupo de niños de kínder conspira contra
un Allende que les prometió construir un castillo. Un niño, forzando su acento
para emular el gringo, promete a los terratenientes, otros niños de entre 5 a 7
años, la alegría y prosperidad siempre y cuando traicionen a Allende.
Conjuntamente a las líneas narrativas mencionadas, el Golpe de Estado,
encabezado por Augusto Pinochet que derroca y asesina a Salvador Allende el 11
de Septiembre de 1973, es recreado y dramatizado por un elenco de teatro
universitario, por un grupo de debate universitario, además de contener el
desarrollo y la puesta en escena de un cortometraje con base argumental en los
años posteriores al golpe sangriento.
LA IMAGINACIÓN.
En un documento controversial titulado “Carta a los
chilenos” (Londres, diciembre de 1998) el ex general Augusto Pinochet
planteaba: a) que la participación de los militares entre 1973-1990 fue una
“gesta, hazaña o epopeya” de carácter nacional; b) que el programa de la Unidad
Popular se fundaba en la “prédica del odio, la venganza y la división” con base
en “la siniestra ideología del socialismo marxista” y que buscaban imponer “una
visión atea y materialista… con un sistema implacablemente opresor de sus
libertades y derechos” y que en última instancia fue un “imperio de la mentira
y el odio”; c) que “los hombres de armas” actuaron “como reserva moral de la
nación” para reimplantar la “unidad del país… No para un sector o para un
partido”, el “respeto a la dignidad humana”, la “libertad de los chilenos”, y
dar “verdaderas oportunidades a los pobres y postergados”. Sin embargo, la
imaginación, el relato no oficial, la idea popular, la que se transfiere por
canales no cooptados por los poderes hegemónicos, hacen que la historia no sea
un doloso relato de vencedores y vencidos.
REGISTRAR EL PASADO.
Con este gesto, contrario a la historiografía
oficial, con el documental El astuto mono Pinochet contra La Moneda de los
cerdos evidenciamos que la transmisión oral de la cual se han alimentado los
personajes que Perut y Osnovikoff nos presentan no dan cuenta de ninguna gesta,
hazaña o epopeya, no se vislumbra odio ni venganza en las forma de representar
a la Unidad Popular, más aún en la figura de Salvador Allende, y por supuesto
no hay guiños a la figura del ejercito como reserva moral de Chile. En este
sentido, estamos frente a dos construcciones, representaciones iconográficas,
distintas y distantes en un país que no se reconcilió y que quizás no lo haga
mientras continúe vigente una constitución hecha a imagen y semejanza del
dictador que la suscribió y la construcción de un presente, y por extensión
futuro, nada laudatorio sobre la figura del general golpista. Son niños,
adolescente y jóvenes los que reescriben un documento de cierta época, donde
parece existir un consenso claramente establecido: al presidente Allende se lo
engañó, Chile estaba tomado por fueras reaccionarias durante el gobierno de
este presidente desaparecido y que el golpe militar es considerado un acto
traicionero.
HISTORIA. En este documental, que no apela a imágenes del hecho
histórico, sino a la imaginación y la imaginaria, se intercala estas visiones
con la historia oficial, diluyéndose en un solo relato. En este film, que no
confiere relevancia a los acontecimientos vividos, la importancia se da en el
hecho de que actúa como un documento de esta época, contingente, un registro
que da cuenta de la manera en que se transmite la información, la manera en que
se construye la historia al margen de los canales convencionales. El gran
ausente es el testimonio vivencial, aquel que otorga verdad, de manera
convencional, a lo documentado. Sin embargo, la actualidad, y por extensión su
validez, recae en el carácter situacioncita de la película, puesto que se
estrenó a un año de la conmemoración de los 30 años del Golpe de Estado.
Asimismo, este documental atípico nos permite comprender en algo el Chile del
siglo XXI, no desde las esferas del poder, sino desde la voz y las representaciones
−de niños, escolares secundarios, universitarios, hasta profesionales de la
imagen− sobre el pasado inmediato de su país.
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