domingo, 1 de mayo de 2011

El Nunca Más, la Biblia de los Derechos Humanos.

Norma Morandini

Las nuevas generaciones actualizan las preguntas que increpan a la Historia y se agregan al repertorio que ya existe como legado. De modo que el libro "NUNCA MAS" debe ser visto como lo que es: un documento histórico, casi la Biblia de lo que nos pasó. De la misma manera que la Biblia no se rescribe sino que se reinterpreta al calor y el color de las contingencias, es que debiéramos ser respetuosos con aquellos que vencieron su propio miedo y, cuando pocos en el país se animaban siquiera a querer saber, abrieron esa caja de Pandora para que se desparramaran entre nosotros todos los males del mundo. "Descendí a los infiernos", decía Ernesto Sabato en todos los idiomas. Fue el "NUNCA MAS" el que sirvió como base para acusar en un juicio sumario a las Juntas Militares, pero sobre todo fue el informe que desmontó el sistema de terror que hizo de la desaparición de personas una estrategia deliberada para evitar las pruebas a la hora de los juicios en los tribunales. Cuando, en realidad, la ausencia de cadáveres ya es la prueba irrefutable de que en nuestro país la represión fue clandestina. Una verdad que cumple con la sentencia de la filósofa alemana Hannah Arendt: "Las verdades históricas no son verdades en sentido propio, y por más probadas que estén, tanto su facticidad como su demostración son contingentes: la demostración sigue siendo de naturaleza histórica. Las verdades históricas son sólo verdaderas, es decir, universalmente convincentes y vinculantes si son confirmadas por las verdades de la razón. De este modo, ha de ser la razón la que ha de decidir sobre la necesidad de una revelación, y por ende sobre la historia".

Qué razón existe para modificar el prólogo del "NUNCA MAS" cuando, en realidad, la necesidad histórica nos exige corregir la cultura autoritaria legada por el terror e incorporarcomo cultura una verdad sencilla e irrefutable: el único que puede violar los derechos humanos es aquel que debe garantizarlos. O sea: el Estado.

Si la política es una fusión de la sociedad que expresa la acción, el pensamiento y el discurso, la revisión del pasado se hizo en los tribunales, casi a espaldas de la restauración democrática. Cuando las palabras políticas han sido vaciadas porque no expresan a la sociedad y por eso se muestran inservibles, suelen pedirse prestadas a otros ámbitos de lo humano. Y la religión es siempre una gran tentación. Nada revela mejor la impotencia política frente a las monstruosidades que comenzaban a ver la luz que la metáfora bíblica, los dos demonios con los que fue simplificada la estrategia de pacificación del primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín. Un falso enunciado que desvirtuó la revisión del pasado de terror y marcó el inicio de la brecha entre la política y la sociedad, porque, hoy lo sabemos, el gran cadáver que nos dejo la dictadura fue la política.

El mismo Estado que ocultó la información burocrática de la represión, en la restauración democrática no oficializó una memoria colectiva. De la misma forma que la tortura no hizo diferencias partidarias ni ideológicas, la democracia debiera cobijar bajo un mismo paraguas a los que fueron haciendo el camino de la libertad, que es plural y no se mide por el número de muertos de cada partido. La insurgencia guerrillera cometió delitos que el Estado debiera haber castigado garantizando juicios justos y no convirtiéndose en verdugo. El demonio es sólo uno: la violencia como forma de resolver las diferencias. Y si la guerra fue tan cara a la insurgencia guerrillera como a los jerarcas militares, la equiparación lleva a otro equívoco, suponer que hay guerras limpias, justas o sucias. El pasado quedó en manos de la justicia, pero se eludió el debate político sobre las causas del desquicio. Y eso es lo que falta. No modificar un documento histórico que ya en su prólogo advierte sobre las condiciones políticas de esa época. Si aún el pasado provoca ira o temor, por qué borrar en un texto lo que es, en sí misma, una prueba de la presión militar sobre el primer gobierno civil. Las nuevas generaciones corrigen la historia, como vemos hoy, que se han puesto en duda los textos que educaron a varias generaciones de argentinos por haber sido textos hechos a la medida de los vencedores, con próceres congelados en el bronce.

Modificar el prólogo del "NUNCA MAS" es como reinventar el Génesis de la democracia, sin la generosidad histórica que merecen aquellos que hicieron lo que se podía frente a un poder militar humillado pero amenazante. A pesar de esas limitaciones, sentaron en el banco de los acusados a los jerarcas de la ultima dictadura. Eso es el "NUNCA MAS": un testimonio de ese esfuerzo y coraje, un documento testimonial de la peor época de la historia contemporánea .




*Norma Morandini es escritora-periodista, senadora por Córdoba. Texto escrito como fundamento para rechazar la modificación del prólogo del NUNCA MAS en 2006, Tercer Aniversario del Golpe Militar de 1976

El proyecto de repudio fue firmado. Además, por los diputados Claudio Lozano, Emilio Garcia Mendez y Pedro Azcoiti

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