martes, 21 de junio de 2011

Los sueños de José Castillo

En el marco del 5to Festival Aniversario de la Villa del Cine (Caracas – Venezuela), se estrenó el documental que homenajea al animador José Castillo.

Este documental homenaje realizado por los hermanos Luis Alejandro y Andres Eduardo Rodríguez se aproxima a la figura del artesano del celuloide desde su intimidad en el barrio 23 de enero hasta su presente, como figura emblemática y algo olvidada del cine venezolano.

Los sueños de José Castillo supone un documento donde el animador expone y explica su obra, acompañado de testimonios de colegas cineastas o gente involucrada con la cinematografía venezolana. En este panorama emerge su figura como artesano e innovador, puesto que el trabajo de este artista se sitúa entre el cine de animación (dibujos animados) y el cine experimental.

Tomando la técnica de Norman McLaren –intervenir sobre la película (el negativo), es decir pintar sobre ella, incluso introducir colores– este artesano innovó en la cinematografía venezolana. Asimismo el foco de su atención, los niños, marca un quiebre en los productos audiovisuales dirigidos a este público, puesto que su cine, como señala el octogenario director, es un cine dirigido a los niños porque ellos ven el futuro a través de la imaginación.

Tal es su compromiso con los niños que en la presentación del documental sobre su vida y obra, recordó a la audiencia la masacre perpetrada por el Estado de Israel cuando sus fuerzas armadas dieron muerte a 416 niños en una de sus incursiones sobre Gaza (en diciembre de 2009) solicitando la adhesión para enviar una carta a la UNICEF que olvidó el acto de lesa humanidad.

Este artesano del cine, fotograma por fotograma, ha escrito la historia del cine de animación y experimental de Venezuela: con su Conejin y Humor de Caracas, entre otras piezas, intentó dibujar sonrisas a los niños.

Siendo el cine, luz y sombras, aparentemente –por la tecnología actual– es imperecedero, pero con el cine de Castillo ocurre lo contrario: la fatalidad material se presenta como inevitable. Sus piezas son únicas, no existen copias puesto que su trabajo está intrínsecamente determinado por el material donde éste se imprime, es decir que sus trazos son irreproducibles, hacer copias supone un trabajo manual-artesanal. En este sentido sus piezas cinematográficas (sus negativos) son únicas, constituyéndose como objetos fílmicos unos objetos museísticos o en su defecto, en la medida que se lo siga exhibiendo, un objeto a desaparecer. Una paradoja para el cine como fenómeno cultural de espectáculo: condenarse a la irreproductibilidad de la obra de arte de la era moderna para archivarse en la memoria museística y poder dar noticia de su existencia.

El cine como luz y sombras, como posibilidad infinita de reproductibilidad parece no haber alcanzado sus límites y ofrece, como la obra de José Castillo, un ejemplo para con los agoreros de la reproductibilidad, el fin del arte y de la pieza única e irrepetible.

Y como un gesto de irreprodutibiliad, los hermanos Rodríguez en su documental sobre Castillo, proyectan sobre la figura de éste su misma película logrando capturar dos tiempos, el de la vida del creador sobre su obra, coreografiando la finitud de la vida del artesano conjuntamente a la finitud y fatalidad de su propia obra. Como alguien que da cuenta de su propio perecimiento y fatalidad cual testamento y testimonio de vida.

Tras la proyección del emotivo documental de los hermanos Rodríguez, el maestro artesano Castillo confesó a la audiencia que está fraguando adquirir una cámara 3D, haciendo entrever que el cine del futuro esta ahí, e inmediatamente clausuró el acto parafraseando al Presidente Chávez, “Luz, cámara por Venezuela”.

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