viernes, 22 de abril de 2011

Los desafíos de Evo

INES HAYES

Desde el siglo XIX, la inseguridad geográfica (temor al separatismo de Santa Cruz) y la lectura pesimista de la historia nacional inculcada desde la infancia (“el país que perdió todas las guerras y gran parte de su territorio a manos de sus vecinos”) iban de la mano con la constatación de que Bolivia no era más que un enclave minero, cuyo desarrollo, en palabras del político liberal Casto Rojas, debía seguir el curso de sus “filones mineralógicos”. De este modo inicia la discusión Pablo Stefanoni, director de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique, en el libro Debatir Bolivia , perspectivas de un proyecto de descolonización (Taurus) que escribió junto con la socióloga Maristella Svampa y el historiador Bruno Fornillo.

¿Quién hubiera imaginado que la Bolivia gobernada en los años 90 por “Goni” Sánchez de Lozada, un ex productor de cine y empresario minero educado en Estados Unidos, iba a llevar a la presidencia a Evo Morales, el primer mandatario indígena de América Latina? Debatir Bolivia analiza las particularidades del camino que condujo al triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) en el año 2005, la actuación clave de los movimientos sociales que ocuparon los lugares vacíos abandonados por los sindicatos y partidos políticos tradicionales, la esencia del Ser Indígena y el rol de los intelectuales en el proceso de cambio. Pero quizás lo más interesante del análisis sea esbozar los insondables desafíos que conlleva el proceso político boliviano en la disyuntiva entre “salvar a la Madre Tierra” y profundizar el proceso industrializador iniciado por la Revolución Nacionalista de 1952 .

Entrevistado por los autores en julio de 2009, el vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera intentó responder a ese gran interrogante: “El tema se complica cuando los campesinos indígenas, anteriormente excluidos de la ciudadanía y del poder económico, se vuelven bloque dirigente y conducente del Estado (…) Por tanto, tienes que caminar con los dos pies: expandir como política de Estado la protección del medio ambiente, el uso sostenible de la naturaleza, pero a la vez necesitas producir en gran escala, implementar procesos de industrialización expansiva que te habiliten excedente social para su redistribución y para el apoyo a otros procesos de modernización campesina, comunitaria y artesanal”.

Los autores señalan que si bien el proceso de cambio iniciado por Evo Morales tiene una gran cuota de originalidad por haber transformado al Estado liberal en un Estado plurinacional, no pueden desconocerse sus raíces históricas: desde la sublevación de Túpac Katari en 1780, la creación del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en 1941, hasta la Asamblea Popular de 1971, interrumpida por el golpe de Estado de Hugo Banzer Suárez.

Pero si la revolución de 1952, liderada por Paz Estenssoro, tenía sus pilares en el incipiente sindicalismo de base, el Socialismo Comunitario liderado por Morales hunde sus raíces en el movimiento indígena campesino, motor de la reforma constitucional de 2006 por la que se creó el Estado Plurinacional que, en palabras del propio Evo, “antepone el Vivir Bien indígena al Vivir Mejor capitalista”.

Desde que asumió su primer mandato a comienzos del año 2006, el Gobierno del MAS nacionalizó los hidrocarburos y las telecomunicaciones, llevó adelante un plan de alfabetización que en pocos años transformó a Bolivia en el segundo país de América Latina libre de analfabetismo, creó bonos sociales como el Juancito Pinto, la Renta Dignidad y el Juana Azurduy y llamó a una Asamblea Constituyente a través de la que se reformó la Constitución y el Estado.

En el libro se lee que la nueva Carta Magna permitió, entre otras cosas, la reestructuración del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y el trazado de los lineamientos de una nueva política de distribución de tierras. Lo novedoso de este nuevo cambio radica en que “la reversión es el retorno de la tierra al dominio del Estado sin cargo ni indemnización. Y esto marca los alcances más resueltos, o si quieren, el carácter más radical de la reforma agraria boliviana respecto de su antecesora del año 1953 y de todos los demás procesos análogos en el continente”, explica en entrevista exclusiva con los autores del libro, Alejandro Almaraz Ossio, viceministro de Tierras durante el primer mandato de Evo Morales. En un país donde el 62% de los habitantes es indígena, el tema de la tierra se vuelve trascendental.

Lejos de ser un “problema a resolver”, como lo era en la caracterización de “Pueblo enfermo” del pensador liberal boliviano, Alcides Arguedas, hoy, la identidad étnica de Bolivia es un rasgo definitorio que enorgullece a gobernantes y gobernados.

Debatir Bolivia manifiesta que la “indianidad” no es una pieza de folclore y mucho menos de museo, sino la esencia viva del Estado Plurinacional. “Esa era andina’ que de manera balbuceante afirma “vivir bien” y socializar lo comunal frente al destrozo de los lazos sociales y la naturaleza agotada que produce el despliegue actual del capital indica el camino necesario. Que así sea, es un buen presente para el equívoco significante utópico”, afirma en su análisis Bruno Fornillo. Sin dejar de reconocer la excepcionalidad de la situación boliviana, Maristella Svampa concluye: “Pocos son los países que se atreven a plantearse tales desafíos. De ahí, las ineludibles expectativas emancipatorias que el laboratorio boliviano continúa suscitando, pero también los peligros y acechanzas que recorren el propio proyecto de cambio”.

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