sábado, 17 de abril de 2010

Sobre La Celestina de César Fernández Ardavín

Predro Brusiloff


El ciclo Martes de Cine Español proyecta la primera adaptación cinematográfica española de la obra de Fernando de Rojas La Celestina, una pieza clave de la literatura española. La adaptación cinematográfica de César Fernández Ardavín pretende mantener su fidelidad a la obra y está lejos de ser una interpretación libre. Pese a ello, creo que la película omite dos de los aspectos más importantes de la versión literaria: la parodia y el realismo.

La película de Fernández Ardavín desaprovecha las opciones que la obra original ofrecía a la hora de construir el espacio. Al decir esto pienso en la casa de Celestina, que es presentada como un espacio cualquiera, casi sin peculiaridades distintivas, muy diferente a lo que uno imagina cuando lee las líneas en que Pármeno describe las posesiones de la alcahueta: “Tenía huessos de corazón ,de cieruo, lengua de bíuora, cabeças de codornizes, sesos de asno, tela de cauallo, mantillo de niño, haua morisca, guija marina, soga de ahorcado, flor de yedra, espina de erizo, pie de texó, granos de helecho, la piedra del nido del águila e otras mill cosas”. En lugar de esto, en la película nos encontramos frente una espaciosa y limpia sala con un laboratorio lleno de botellas y recipientes minuciosamente ordenados en el segundo piso. Pero acaso sea más pertinente citar las precisas palabras de Augusto Martínez Torres, que en una crítica de la época señalaba: “en los decorados, también diseñados por Ardavín, se ha seguido la peor tradición teatral, con lo que se acaba de borrar el poco realismo que aún le quedaba a la historia”. En este sentido, hasta el vestuario de los personajes delata una artificialidad ostensible, sobre todo cuando vemos el extraño atuendo de Centurio, el original traje de seducción de Elisa o el estilo demasiado pulcro que la alcahueta Celestina luce.

Como ya se dijo, uno de los aspectos más exquisitos de la versión literaria es la utilización de la parodia, en especial la que se refiere al amor cortés, encarnada en el personaje de Calixto. Calixto es un personaje sumamente jocoso, es presa de innumerables burlas y actúa de un modo que llega a exasperar a todos aquellos que lo rodean. En la película de Ardavín, el joven amante de Melibea es tímido y silencioso, exterioriza las señales del amor que lo aqueja, pero de un modo timorato que no tiene nada que ver con el Calixto de Rojas, que hace gala de pésimos dones musicales y dedica ardientes discursos al cordón que amarra la cintura de Melibea. Posiblemente la omisión de los aspectos paródicos que tocan al amor se deba al miedo de menoscabar el motivo del amor eterno, más allá de la muerte, con que seguramente se deseaba conmover al público de la época de la película y que también está presente en la obra de Fernando de Rojas.


Pese a todo, es necesario reconocer que la selección de los diálogos es, a mi juicio, el acierto más importante de la realización. Los diálogos de los personajes depuran todo lo farragoso que puede tener la obra literaria sin quitarle su esencia. Asimismo, es recomendable asistir a la proyección de una película difícil de hallar en el mercado, mucho más cuando existe una versión más reciente del año 96 y cuyo contenido es, por supuesto, más atrevido que el de la primera versión. Pese a ello, el erotismo de la película de Ardavín tiene un encantador toque de inocencia, donde ver el voluptuoso escote de Melibea o las pantorrillas de Areusa eran seguramente cosas dignas de decir de ellas “que desperezan al hombre que las mira”.




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